Al norte del río Guadalquivir, se erigen olivares cargados de historia que envuelven la Sierra Morena Cordobesa dispersándose por una sucesión de montañas, valles y laderas, Tierra de Virgen Extra que tiene concentrada las esencias de su entorno natural.
En tiempos de los Romanos el aceite de esta comarca era enviado a Roma dentro de httlos allí denominados “aceites de la Bética”, transportados por vía fluvial a través del Río Guadalquivir.
Los molinos de aceite de la Sierra de Adamuz y Montoro basados en prensas de viga y cuyo máximo auge se produjo en el S.XIX constituyen uno de los mayores patrimonios de arqueología industrial de la provincia de Córdoba.
A finales del S. XIX los aceites de Montoro Adamuz ganaron en prestigio gracias a su comercialización, tanto a nivel nacional, como en los mercados exteriores con la presencia y obtención de premios en las diferentes Exposiciones Universales por las diferentes sociedades establecidas en la comarca. Son numerosas las publicaciones de autores e investigadores de la época, que señalan las excelencias de los olivares y la magnífica calidad de los aceites, de la Sierra de Montoro Adamuz, los cuales califican de «superiores y selectos».
A la hora de ofrecer una visión íntegra sobre la evolución del olivar de la D.O. Montoro-Adamuz, desde finales de la Edad Media hasta los inicios del siglo XIX, hay que recurrir inevitablemente a aportes bibliográficos-documentales de época bajo medieval. Durante el siglo XV contamos con referencias relevantes en la zona, datos sobre el cobro del Diezmo en la década de los 80-90 del siglo XV en la ciudad de Montoro.
En la obra y estudio realizado por Criado Hoyo en 1932, se hace alusión a la campaña agrícola emprendida por los Reyes Católicos, destacando la apuesta de estos monarcas por la activación del comercio del aceite de oliva en la franja de la Denominación de Origen. En 1550 se hace referencia a la existencia de olivares en Villaviciosa de Córdoba plantados por los monjes jerónimos y muestra evidente del cultivo del olivar en toda la comarca, desde principios del siglo XVI es la existencia de Cedulas Reales de autorización; “La Real Cedula de 1526, del Rey Carlos I de España y V de Alemania: Por la que las tierras de Adamuz, fueron entregadas a los campesinos que las limpiasen roturasen y cultivasen, a razón de que la villa no se despoblara, a principios del siglo XVI”.
En el diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones, Pascual Madoz describe en el municipio de Adamuz ; “En virtud de la autorización de Felipe II otorgada por los años 1564 se rotulan y plantas olivos grandes porciones de montes incultos”
Cuando años más tarde estos nuevos plantíos se convirtieron en lozanos olivares con grandes dotes productivas, sería motivo más que suficiente para que a mediados del siglo XIX, Pascual Madoz nos justificase en su obra que el olivar del partido jurisdiccional de Montoro, del que forman parte la ciudad de su nombre y la villa de Adamuz, era sin duda el mejor de los habidos en Andalucía “… siendo su principal riqueza agrícola los olivares, que son sin duda los mejores de Andalucía …”. “…El comercio cosiste en la importación de algunos cereales, vino aguardiente y bastante lana y exportación de gran cantidad de aceite…”
No obstante, las primeras evidencias del uso de la denominación “Montoro-Adamuz” en el comercio las encontramos en el siglo XIX. En el tratado de la Indispensable guía de Córdoba y su Provincia para el año 1875 de Yodob Asiul, se habla de los destinos de los aceites elaborados en esta comarca. Según este investigador, al tratar el pueblo de Adamuz dice; “…que la cosecha de los aceites era cuantiosa y se llevan por Extremadura los de Montoro y Adamuz, que son los mejores, al Norte de España y a Francia”.
Asimismo durante el siglo XIX podemos afirmar que el aceite obtenido en esta comarca se comercializaba en 1817 en Madrid gracias a la casa de Angulo. A mediados de esta centuria es la Compañía de Carlos Francés Gordum quien comercializase el aceite producido en la comarca a través de su sociedad “Hilo de Oro”. La riqueza del paladar de este producto y su difusión por lugares foráneos a su zona de producción le han valido para que se le otorgasen varios galardones: